Por Jorge Villavicencio
En lo profundo de la región norte de la Provincia de Córdoba, más allá de los caminos transitados, se encuentra un tesoro escondido que refleja la esencia misma de la tradición. En el pintoresco poblado de Copacabana, con casi medio millar de habitantes, las fibras del pasado se entrelazan con la creatividad del presente para dar vida a un arte ancestral: el tejido de la fibra de palmera Caranday.
Este pequeño rincón de historia y autenticidad, a pocos kilómetros de la Ruta 60 que conduce a Catamarca, es un ejemplo palpable de la conexión profunda entre el ser humano y la naturaleza. Aquí, las manos de los tejedores locales transforman la robusta fibra de la palmera Caranday en obras maestras de cestería, manteniendo viva una tradición que se remonta a generaciones pasadas.
La palmera Caranday, una especie nativa que puede alcanzar hasta 5 metros de altura, es un símbolo viviente de esta región. Sus hojas, de un característico tono verde grisáceo, culminan en puntas puntiagudas, y es precisamente esta fibra la que se convierte en el lienzo para el arte del tejido.
José Nicolás Heredia, un maestro tejedor en Copacabana, comparte con pasión su relación con esta ancestral tradición: “Aquí los pequeños comienzan ha aprender el trenzado desde los 10 años. Todos aquí, de alguna forma, aprenden a tejer y algunos siguen luego con la costumbre. Muchos de los que vivimos en Copacabana tenemos nuestro sustento diario gracias al tejido“.
El proceso de transformar la fibra de Caranday en auténticas obras de arte no es tarea fácil. Los habitantes de Copacabana, inmersos en las serranías que rodean el pueblo, buscan con esmero las hojas perfectas. Cortarlas es un delicado ejercicio, ya que cada hoja culmina en una punta aguda en forma de aguja, cuya pinchadura provoca un dolor similar a la picadura de una avispa. Después de la cosecha, las hojas se secan para luego ser humedecidas cuidadosamente, creando el ambiente óptimo para que las manos habilidosas de los artesanos den forma a canastos, bolsos, posa fuentes, costureros y otras piezas únicas.
Las familias de Copacabana han convertido la fibra de Caranday en un medio de sustento y un lazo con su historia. En este rincón olvidado por los centros urbanos, las creaciones de cestería, como canastos, bolsos y objetos decorativos, han hallado su camino hacia las ciudades, ofreciendo una salida económica a las familias que han hecho de Copacabana su hogar.
El pueblo, con su estilo tranquilo y apacible, se convierte así en un refugio para aquellos que buscan una conexión más profunda con las tradiciones que enriquecen la identidad de la región. En la casa de la familia Heredia, cada hebra tejida cuenta una historia y crea un vínculo con los visitantes que se aventuran a explorar los caminos serranos del norte de Córdoba.
En una época en la que el mundo moderno tiende a borrar las líneas entre pasado y presente, Copacabana emerge como un faro de autenticidad y arraigo. El arte del tejido de la fibra de palmera Caranday no solo es una expresión artística, sino un tributo a las raíces que mantienen viva la esencia de este pueblo y la riqueza de su cultura.
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